lunes, 25 de octubre de 2010

Reseña: "Los cínicos no sirven para este oficio" Ryszard Kapuscinski

[John Berger: “¿En qué consiste el acto de narrar? Me parece que es una retaguardia contra la permanente victoria de la vulgaridad y de la estupidez. Los relatos son una declaración permanente de quien vive en un mundo sordo.”]

Al leer por primera vez un libro de este autor contemporáneo, uno se queda con ganas de más. Y no lo digo por el placer que puede causar leer un buen libro, sino por los conocimientos que se adquieren al comprender las diversas experiencias y sabias opiniones de Kapuscinski.
El primer punto que me ha impresionado considerablemente en este libro, es la imagen que tiene el autor polaco de la juventud. Es demostrable que a lo largo de la historia ha existido desconfianza hacia las nuevas generaciones, tachándolas de despreocupadas por la sociedad. En cambio, el periodista más bien invita a los adultos a escuchar y entender a los jóvenes para llevar a cabo los cambios que toda sociedad debe realizar, pues al fin y al cabo tendrán que vivirlos de todas formas. En mi opinión es una idea magnífica la de escuchar y comprender, pero no es motivo para ceder el presente a los jóvenes así sin más, ya que después de todo los ancianos han vivido más y por ello tienen mayor experiencia. Por eso deben divulgar sus conocimientos a pesar de que vayan a experimentar el cambio quieran o no. De esta forma se produciría un entendimiento recíproco, algo así como la razón que se suele dar para demostrar la importancia del estudio de la historia: conocerla para no volver a cometer los errores del pasado y, en este caso, los que hayan podido cometer las generaciones pasadas.
Desde mi punto de vista, Kapuscinski trata de una manera muy optimista a la vez que realista la profesión del periodismo. La primera al referirse por ejemplo a los actuales medios que tenemos para estar en contacto con cualquier parte del mundo, y la segunda al hablar del gran negocio que supone ahora esta profesión.
A menudo se oye decir que los periodistas son todos unos vendidos quienes, además, pasan los primeros años de su vida laboral recibiendo unos salarios penosos. Esto ocurre en todas las profesiones y me satisface saber que Kapuscinski pone toda su confianza en los jóvenes periodistas: “tened paciencia y trabajad”.
Por otro lado, quiero hablar del papel que tenía la información a principios de siglo, cuando ésta se fundamentaba en la búsqueda de la verdad y, por otro lado, servía como soporte político. El segundo papel no es muy ético, pues su único fin consiste en vender un partido, pero todavía más inmoral es el papel de espectáculo que ocupa hoy día. ¿Por qué los dueños de los medios han acabado siendo unos esclavos más del capitalismo y luchan por ofrecer la noticia más impresionante sólo por el dinero que van a obtener? Y mi preocupación no es sólo esta realidad, sino el hecho de que yo pueda convertirme en una persona ambiciosa, recibiendo dinero dependiendo de qué cuento y cómo lo cuento.
Recalco en este punto que siendo ambiciosa seré mala periodista, lo que coincide con la afirmación del autor: “Las malas personas no pueden ser buenos periodistas”. Creo que ha argumentado acertadamente al dar entre otros, el ejemplo de su trabajo con el tercer mundo. Si no muestras tu interés y eres una persona egocéntrica, nunca obtendrás la confianza del otro. Y eso no debe salir de la profesión en sí, sino que corresponde al interior de cada persona. De este modo Kapuscinski es la voz de los pobres, pues “somos” los periodistas las voces de aquellos que no pueden hacerse oír. Este oficio tiene el mérito de que además de revelar, puede a veces producir cambios mediante esta revelación.
Otro tema relevante de la lectura es el tratado con Andrea Semplici sobre la independencia de países africanos. No deja de ser verdad que esta independencia no ha llevado a mejor a muchos de estos países, ya que las élites negras han continuado con los gobiernos autoritarios ejercidos por los blancos. Conceder la emancipación a países en los que pocas veces se manifiesta la justicia, conlleva a un caos. Creo que la razón de esto está en que su historia como estados independientes comenzó apenas a mitad de siglo XX, mientras que la mayoría de países europeos ha gozado durante siglos de independencia, por lo que los errores cometidos a lo largo de su historia, han sido asumidos y se ha luchado para que no vuelvan a darse. Por eso, desde mi punto de vista, a los países africanos les queda todavía un largo recorrido hasta llegar a tener una política más o menos estable (no quiero parecer pesimista, pues quién sabe si el día menos pensado alguien consigue establecer justicia en estos países).
Quiero destacar que este tema me ha parecido muy llamativo, pues puedo decir que no se prácticamente nada de la historia de este continente y he conocido en esta lectura algunos hechos muy interesantes.
En general, me ha parecido un libro muy rico en cuanto a contenido tanto histórico como personal del autor. Enseña a ver esta profesión de otra manera, yo diría que de una forma más humana, y creo que todo lo que cuenta es algo que hoy día a todos los estudiantes de periodismo nos iría bien saber.

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